La última cena

 

Esa noche la tropa cenó compota. Salvo la pequeña Ane, a la que parecía no importarle aquel sabor especialmente amargo, el resto de sus hermanos rumiaban su hartazgo y el hambre.

Desde que Aitor perdiera el empleo, su estado psicológico y la situación familiar eran cada día más precarios.

Edurne llegó por fin del trabajo.

-¿¡Qué tal está mi tropa!?

Sin respuesta, supuso que Aitor habría acostado a los niños antes de lo habitual.

Alcanzó la nota sobre el recibidor: "Tú nunca te rindes, pero yo no soporto más sus miradas hambrientas."

Esa noche, acompañada a la mesa por sus cuerpos inmóviles, ella también cenó compota.